Es una pregunta que nos hacen habitualmente, o por parte de los hombres que están decidiendo si les gustaría unirse a la Orden, o por cualquier persona que se interese por el tema.

La respuesta verdadera es que no existe una vida “típica” de un masón. Los masones provienen de todos los ámbitos de la vida, desde directores ejecutivos corporativos hasta conductores de autobuses urbanos, desde vendedores de productos básicos hasta mecánicos de automóviles.

Aquello que une a los masones no es de dónde venimos o que hacemos para ganarnos la vida, sino aquello que aspiramos a ser.

La ayuda a los demás, la dedicación a la familia, la práctica de las virtudes sociales y morales tanto en el ámbito doméstico como en el público son los distintivos del masón. El respeto, la prudencia, la solidaridad, la benevolencia, la justicia son algunos de los ornamentos que lucen nuestros Hermanos.

La masonería no es dogmática, cada Hermano elige su camino, alineado con los principios de la Orden, que lo conducen hacia la honorabilidad, a la construcción de un edificio personal con unos sólidos cimientos éticos y morales.

Ser masón es un padre que ayuda su hijo a tomar mejores decisiones; un líder empresarial que se esfuerza para llevar la moralidad al lugar de trabajo; un hombre pensativo que aprende a resolver los problemas difíciles de la vida; un amigo que siempre está donde y cuánto se lo necesita; un profesor que sabe escuchar y sabe enseñar; un Hermano por sus Hermanos; un virtuoso de la verdad y de la justicia.

En pocas palabras, se trata de ser el mejor hombre que se pueda llegar a ser.